viernes, 28 de julio de 2023

¿Y Ahora que hacemos?

Hoy mi país es un despelote, tiene todas las bellezas que Dios puede poner sobre la tierra: gran extensión, ríos, montañas, lagos, tierras fértiles, yacimientos de petróleo, litio, además sus tierras mayormente fértiles pero todo esto parece no servir.

 Es lamentable ver un país con abundantes recursos naturales y bellezas, pero que enfrenta graves problemas económicos, sociales y políticos. El escenario actual muestra una situación desesperadamente compleja y desafiante para el país y su población.

La inflación del 120% anual es extremadamente alta y afecta gravemente el poder adquisitivo de la población. La inseguridad ciudadana, la falta de educación de calidad y la alta tasa de pobreza son problemas que socavan la estabilidad y el desarrollo del país.

La elección de un nuevo presidente y autoridades es una oportunidad crucial para que el país pueda encontrar soluciones a sus problemas y tomar un camino hacia el progreso. Sin embargo, es preocupante que los partidos políticos se enfoquen más en la competencia interna  desprestigiándose entre sí en lugar de buscar consensos, dejando de lado apetencias personales y unidos  presentar propuestas serias y concretas para abordar los desafíos que enfrenta la nación.

En una situación como esta, es esencial que los líderes políticos y los ciudadanos trabajen juntos en un enfoque de colaboración y unidad para superar las dificultades. Es necesario que se priorice el bienestar de la población y el desarrollo sostenible del país por encima de intereses personales o partidistas.

La transparencia, la rendición de cuentas y el compromiso con el servicio público deben ser principios fundamentales en el liderazgo político. Los recursos naturales y la riqueza del país deben ser gestionados de manera responsable y equitativa para el beneficio de toda la población.

Asimismo, es importante que se fomente una cultura de debate constructivo y que se promueva el desarrollo de políticas públicas basadas en evidencia y en el bienestar colectivo. La participación activa de la ciudadanía en el proceso democrático también es esencial para lograr un país más justo y próspero.

En última instancia, la salvación y el desarrollo del país deben estar por encima de cualquier interés individual o partidista. Todos los actores políticos deben recordar que su principal responsabilidad es trabajar por el bienestar y el futuro de la nación y su gente.

Esto parece el deseo de un viejo loco, porque sé, bien que sé que este país está infectado por un virus -del que no existe vacuna- llamado corrupción al que todos dicen que hay que combatir pero que se ha afirmado en todos los sectores a un punto de haberse naturalizado en la conciencia de todos.

El roban pero hacen, es un estribillo conocido dando por entendido que en elecciones hay que elegir el mal menor en vez de buscar la excelencia.

Toleramos los pequeños hechos sin darnos cuenta que esos pequeños delitos casi insignificantes son a su vez quizás el primer escalón de una escalera sin fin de delitos.

Hay delito pero no hay pena y por lo tanto no hay cura.

¿Despertarán hoy nuestros políticos? es la pregunta que me hago y sinceramente no lo creo. Desde mi vista los veo con mucho ego y también mas interesados afianzarse personalmente para lograr un puesto, o mantenerlo, que en buscar las soluciones que el país necesita.

A mi edad han logrado confundirme lo que no es poco sembrándome la duda si concurrir o no a votar.

¿Vale la pena cambiar para no cambiar nada?

No sé la respuesta, ¿Y ustedes?




jueves, 27 de julio de 2023

Mucho gusto, soy Abu.

 Había llegado el momento de la tarde que más esperaba. El sol, como una gran bola anaranjada, se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos y envolviendo mi hogar en una luz dorada. A mis 82 años, mi cuerpo ya no era lo que solía ser, pero mi mente aún se aferraba a los recuerdos del pasado como si hubiera sucedido ayer mismo.

Sentado en mi cómodo sillón, una reliquia de tiempos pasados que aún resistía el paso del tiempo, me sumergí en mis recuerdos. Cerré los ojos y permití que las imágenes y los sonidos de mi juventud inundaran mi mente.

Recordé mi infancia en aquel pequeño pueblo donde crecí. Los días eran más largos y las preocupaciones eran escasas. Jugábamos en las calles de tierra, reíamos sin medida y cada día era una nueva aventura. Mi madre, con su ternura inigualable, siempre estaba ahí para cuidarme y brindarme el amor más puro. y completo. Mi padre, por esas cosas del destino y la maldad de un asesino silencioso, habia partido hacia las estrellas y quizás desde allí me protegería.

Luego vinieron los años de juventud, donde descubrí el amor por primera vez. La emoción de cada mirada, el latir acelerado del corazón al escuchar su voz, esos momentos que llenaban mi alma de alegría y esperanza. Aunque el tiempo y la distancia se llevaron algunos amores, nunca olvidé las lecciones que aprendí y el afecto que compartimos.

Más adelante, llegaron los años de madurez. El conocer a la que sería mi gran amor y la compañera ideal para emprender la aventura de formar una familia , el orgullo de ser padre, y el reto constante de criar a nuestro único hijo con el mismo amor aprendido de los recibidos de mi querida madre. Ahí descubrí el verdadero significado de la felicidad, en la unión de seres queridos, en las risas compartidas y en el apoyo mutuo.

Mi mente navegó por los años de trabajo, de logros y desafíos superados a fuerza de puro sacrificio, tal esfuerzo no hubiera sido posible de no contar con una compañera que me bancara en todas las cosas y la remara junto a mi para superar todos los escollos que se presentaran. Había tenido la fortuna de encontrar a la mujer ideal para compartir una vida, continuar con una vocación de trabajo que me apasionaba, y eso hizo que cada día fuera una oportunidad para aprender y crecer.

Lamentablemente, también hubo momentos de tristeza y pérdida. La partida de seres queridos que dejaron un vacío en mi corazón y que nunca podrían ser reemplazados. Pero la vida me enseñó a aceptar la inevitabilidad de la muerte y a valorar aún más cada instante con quienes aún estaban a mi lado.

Dicen que Dios aprieta pero no ahorca y así la felicidad de tener un hijo soñado y amado, después este creció se hizo hombre, encontró el amor, se casó y para nuestra mayor felicidad tuvo tres hijos que nos alegraron nuestras vidas para siempre.

Ahora, en mi ancianidad, mientras el sol seguía su lento descenso en el cielo, agradecía por todos esos momentos que había vivido. La vida me había bendecido con una montaña rusa de experiencias, y cada una de ellas había contribuido a forjar al hombre que era hoy.

Abrí los ojos y volví al presente, el sol ya se había ocultado por completo y la habitación estaba iluminada solo por la luz de la luna. Aunque mi cuerpo ya no era tan ágil como antes y mis fuerzas menguaban, mi espíritu seguía siendo joven y lleno de gratitud por el pasado y la esperanza en el futuro.

Me recosté en el sillón y me dejé llevar por los sueños que aún quedaban por cumplir. Porque la vida, incluso en la ancianidad, seguía siendo un regalo preciado, y cada día era una nueva oportunidad para vivir y ser feliz.